La poesía de Coral Bracho
La poesía de Coral Bracho (Ciudad de México, 22 de mayo de 1951) es, como se lee en un verso de su poema “Que caiga esa lluvia fina”, “... un mensajero que, empapado y ardiendo en fiebre, / viene de lejos. / Trae los pliegos, /trae las palabras.”
Este heraldo, al mismo tiempo poderoso y frágil “que trae las palabras”, nos muestra en los pliegos, en los versos que éstos contienen, en las imágenes que convoca, el mundo entero. El mundo, mirado con atención reconcentrada por el espíritu “ardiendo en fiebre”, es traducido y recreado con un vocabulario personalísimo, al mismo tiempo exuberante y sobrio, semejante a un follaje gótico tallado en piedra. Cada objeto o fenómeno sobre el que Bracho fija su atención, se manifiesta y desnuda ante el lector, atravesado por la luz de una inteligencia que lo interroga serenamente o que lo explora con una sensualidad que incluye los cinco sentidos y de la que están ausentes tanto las convenciones manidas del amor sexual, como el yo confesional. Ya se trate del agua que toca con “acuáticos” dedos o labios; del tiempo que se abre como un fruto y muestra el oro del otoño o hasta el rocío de un aspersor que ante la mirada de Bracho se convierte en un tamiz que filtra y aviva fragancias, colores, temperaturas y visiones, la variedad de lo que examina demuestra que no hay nada en el mundo que sea deleznable bajo la luz de su poesía.
Su vocabulario, la forma en la que usa los superlativos y los pronombres, crea un sistema en el que se mezclan sabiamente las palabras de uso diario con otras que parecen llegar desde el fondo de paisajes lejanos y que, sin embargo, se explican... leer más