José Emilio Pacheco o el arte de la traducción
Periódico Milenio - Jorge Ortega
Jueves 29 de Noviembre de 2018.
En un artículo de 1987 que aborda el discreto aporte de Enrique Munguía, el primer traductor de T. S. Eliot en nuestra lengua, Octavio Paz, juzgaba de ejemplar la versión que José Emilio Pacheco acometía de los Cuatro cuartetos. Pacheco había ido compartiendo por entregas su traducción de ese poema que hasta 1989 hace íntegramente pública. La versión que ahora recoge Ediciones Era no solo permite encontrar diferencias frente al texto de 1989, sino que confirma la aguda exigencia del traductor para obtener una versión más consumada o perfecta del poema eliotiano, ratificando el secreto a voces según el cual José Emilio llevaba tres décadas y media trabajando en la traducción y glosa de los Four Quartets. Su entrañable relación con dicho poema bien puede ser un símil del vínculo regenerativo que Pacheco mantuvo con su propia poesía a través de la revisión y la corrección continuas.
En efecto, la de José Emilio Pacheco es quizá la mejor versión de los Cuatro cuartetos del idioma español. Además de los lustros dedicados al proyecto, la respalda la información que fue capaz de reunir y entretejer para disponer de un amplio contexto cultural que facilitara un ejercicio de traducción más confiado en sus medios y, por ende, más libertario. Me refiero a las licencias que Pacheco adopta para utilizar ciertos giros conversacionales que de otro modo denotarían una sintaxis rígida y poco desahogada. Sin optar por la traducción que aspira ingenuamente a una imposible literalidad, José Emilio se mantiene equidistante al imperativo ético de replicar para el lector hispano los artificios del original y, a la par, aprovechar el margen de reelaboración poética que consiente la disparidad entre el inglés y el español, incorporando modificaciones que a criterio del traductor potenciarían la asunción del poema en un idioma ajeno y una época distinta. Pacheco se concedió entonces ejecutar cambios de forma o de tipografía, inclinándose, como lo quería Haroldo de Campos, por una transcreación, o sea, una pasión trenzada por... leer más